DENADERU en el corazón

Ha sido un sueño hecho realidad. Carlos y yo nos conocimos viajando. Y para nosotros viajar es la mejor manera de aprender. Conocer otros paisajes, otras culturas, otros sabores y olores, otras formas de entender la vida nos permite conocernos a nosotros mismos y es lo que más nos hace crecer.

Teníamos claro que queríamos viajar con nuestros hijos y enseñarles otras realidades, enseñarles la paradoja de que hoy día se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial y sin embargo hay 800 millones de personas que pasan hambre, de los cuales 300 millones son niños. Que cada 3,6 segundos una persona muere de hambre y la gran mayoría son niños menores de 5 años, muchas de ellas en África… Queríamos hacerles comprender algo tan básico como que el mundo no necesita más comida, sino más gente solidaria que abandone la indiferencia y se posicione en el compromiso con los demás.

Gente como Elena y Alicia de los Frailes, «luchadoras contra la indiferencia» mujeres comprometidas, alegres y combativas donde las haya. Fundaron una ONG, Denaderu en Debre Zeit, Etiopía donde trabajan desde hace varios años para mejorar la vida de mujeres y niños allí junto con los salesianos de Don Bosco, su contraparte local. Y les pedimos poder trabajar como voluntarios durante las Navidades. Aceptaron nuestra solicitud. Teníamos que conseguir ropa para llevar desde aquí, y así fue, conseguimos más de 300 kilos. Por otro lado Carlos iba a grabar y editar vídeos para dar a conocer la labor de cooperación la ONG de cara a su promoción y crecimiento.

Pasamos nueve días allí y se convirtió en el viaje de nuestras vidas. La Navidad para los cristianos es un momento de cambio, de luz, de alegría, de compartir la noticia de una nueva esperanza y de un mundo nuevo y mejor. Y así han sido las navidades. Jesús nació entre los más pobres, en un humilde pesebre. Para nosotros hay un solo mandamiento, «ama al prójimo» y ese amor se manifiesta en la solidaridad. «Tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me disteis de beber». Nuestro voluntariado en Etiopía nos acercó a esta forma de vivir el mensaje de Cristo. Era fácil «ver» al niño Jesús en todos esos niños que tienen un futuro incierto y difícil y que sin embargo te acogen, te regalan sus sonrisas, sus abrazos y sus caricias con tanta autenticidad y generosidad, que se te meten en el corazón.

Convivir con los niños y sus familias, compartir mañanas de café y música en sus casas de adobe, comprender sus preocupaciones, su lucha diaria por llevar la comida a sus hijos, su empeño en mantener su dignidad, nos ha cambiado. Son gente sencilla, pero luchadora, que exprime el hoy y mantiene la mirada al frente, que le planta cara a la escasez y a las dificultades. Gente sin miedo.

Sumarnos a su lucha y a su vida es una apuesta por un mundo mejor. Gracias Elena, gracias Alicia, gracias equipo Denaderu, gente como vosotros hace la diferencia. Cambia vidas, con vasos de leche, plátanos y pan, con micro créditos y apadrinamientos para los que no pueden avanzar si ese pequeño empujón. Volveremos para ver a Aster, la niña de mis ojos, y a Bontu, a Baba y a Aimanot, a Besu y a Johnny y a tantos otros.

Mientras, les seguiremos la pista desde aquí, sabiendo que están apoyados por Aba Ignacio y su equipazo de novicios salesianos, y de Fikadu, coordinador de Denaderu sobre el terreno, un joven etíope que nunca olvidaremos, que nos mostró lo más bonito de su país y de sus gentes, que nos regaló su amistad auténtica e incondicional, que cuidó todos los detalles para que Etiopía se nos quede permanentemente en el corazón.

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